martes, 23 de diciembre de 2008

La carta y la tinta

Categoría: Personal


Me cansé de rogarle,
me cansé de decirle
que yo sin ella
de pena muero...
No quiso escucharme...
si sus labios se abrieron
fué pa' decirme...
ya no te quiero.

Yo sentí que mi vida
se perdía en un abismo
profundo y negro
como mi suerte...
quise hallar el olvido
al "estilo Jalisco"
pero aquellos mariachis
y aquel tequila
me hicieron llorar.


Y así fué.
Tuve mi tiempo en una historia entrelazada con alguien que apareció de un cuento de hadas. Tuve mi tiempo en una vida mítica, casí epopeyica donde todo lo que había fanteaseado en mis años de mocedad se hacían realidad.
Fallé. O fallamos? O nos fallamos...?
Tuve oportunidades para regresar al cuento luego de aquel Junio fatídico hasta el Diciembre tormentoso... tuve entre mis manos aquella antorcha que podría haber levantado la llama o empezar a tostar el carbón.
Había movido mis fichas y cuando todo estaba puesto en el tablero me lancé.
Pero se acababa el tiempo.
Apesar de no tenerlo, tuve que esperar mucho para obtener los resultados, yo ya había puesto las cosas sobre la mesa, pero... la respuesta se hacía larguisima.
Sumido en mis estudios, sumido en los recuerdos. Estudiaba como poseso con la esperanza de así poder lanzarme a un encuentro mas real y más cercano. El café me daba fuerza para soportar las largas noches de locura en aquella cueva, en donde harto de la historia antigua, tomé un papel y dedique los primeros y ultimos versos a este cantar.
Enero.
Febrero.
La respuesta llegó en el momento indicado y fue como el rayo que alcanza la torre y lo divide en dos.
Había perdido al fin.
¿Había muerto quizá?
Había agonizado por largos meses y me debatía entre el Hades y el Elissyum esperando la respuesta de una diosa, y cuando llegó aquel sobre finalmente morí.
¿O tal vez soñe?
¿Soñe y desperté nuevamente?
Podría ser que alguna parte de mí aun quisiera vivir y me haya despertado luego de semejante temblor. Quizá bajé al Hades aún estando con vida... ¡Eso es! Seguia vivo, pero moribundo, herido... arrancado.
Sin color ni sonido, dado que el fuego todo lo había consumido. Vivía sin vida.
Soñaba sin sueños.
Moría pero sin morir.
Simplemente me limitaba a ser yo. Los acordes de mi guitarra carecían de sonido y su cuerpo de vibraciones. Su madero mojado en largas noches de demencia se hacía fuerte absorviendome por completo y parte de mi alma se quedo con ella. Sólo sabía de notas y arpegios tristes, melancolicos y demenciales.
Solo sabía sobrevivir.

Fué cuando ella tomó sus pinceles y puso color al mundo, cada espacio estaba relleno de luces y texturas de su propia paleta. Cada objeto emitía un aroma en su espacio y un sonido melodioso que con su arpa había logrado arrancar.
Ella me dío ambrosía nuevamente y me enseñó el camino que debía seguir. Estiró su mano y me arrancó hacia la luz...

Volví a la vida y a la luz y el madero de mi guitarra no volvio a recibir mi llanto. Su vibrar se volvió mas trovador y armonioso gracias a la nueva musa que me había rescatado.
Me llevó a su ciudad y pude complacerme con amplias calles y edificios de una altura ciclópea y titánica.
La lluvia cubría nuestras danzas bajo la luna y los equinoccios.
Era una diosa y yo un mortal.

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